Según un matrimonio mayor:
Los dos desayunaban el día de sus bodas de oro. La mujer untó mantequilla en la corteza del pan y se la ofreció al marido, quedándose ella con la miga. -Siempre quise comerme la mejor parte –se dijo a sí misma, -pero le quiero, y durante estos cincuenta años procuré controlarme, y le daba siempre la miga. Pero hoy quiero darme este gusto.
Para su sorpresa, en el rostro de su marido se abrió una gran sonrisa:
-Gracias por este regalo. Durante cincuenta años siempre quise comerme la corteza, pero como te gustaba tanto, nunca me atreví a pedirlo, para mantener la armonía de nuestro matrimonio.
Moraleja: La verdadera riqueza y la verdadera felicidad...proceden de relaciones inspiradas por el amor.
Cuentan que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad el verdadero autor era una persona muy influyente en el reino y por eso desde el primer momento se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable.
El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasa o nula oportunidad de escapar al terrible veredicto ...la horca! El Juez también complotado cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo por ello dijo al acusado: "Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en manos de él tu destino, vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e inocente. Tú escogerás y será la mano del Dios la que decida tu destino."
Por supuesto el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda culpable y la pobre víctima aún sin conocer los detalles se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa.
No había escapatoria. El Juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Éste respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos y con una extraña sonrisa tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca lo engulló rápidamente.
Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente: "Pero qué hizo? Y ahora? Cómo vamos a saber el veredicto?" "Es muy sencillo respondió el hombre. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que me tragué".
Con rezongos y bronca mal disimulada debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
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